Valores eternos:
“Meine Ehre heisst Treue”(Mi honor se llama Lealtad)
”Yo te juro, Adolf Hitler, Führer y Canciller del Reich, fidelidad y valor. Prometo obediencia hasta la muerte a ti y a los superiores por ti designados. Que Dios me ayude”.
Tras la victoria de 1945 por parte de las fuerzas demoníacas (comunismo y capitalismo) sobre las fuerzas de la luz e Hiperbórea encarnadas en el III Reich y el futuro Reino del Espíritu europeo.
El otrora hombre europeo o ario (palabra prohibida) por la neolengua que impera y que será un pilar básico del Nuevo Orden que vendrá, un ser forjado en la espada y el espíritu, una raza de conquistadores y guerreros, de origen cósmico está siendo destruido por parte de las fuerzas satánicas mediante todo tipo de manipulación mental, mensajes subliminales y propaganda hipnótica, perpetrada a instancias por el enemigo de la humanidad.
Tras el triunfo del judaísmo mundial en la II Guerra Mundial, el sionismo ha costeado todo tipo de herramientas para subvertir y destruir la sociedad tradicional (cine, televisión, radio, prensa, sistema escolar “El Diario de Ana Frank o películas de Hollywood sobre el Holocausto de obligada lectura y visión para los estudiantes”, portales de internet).
Se trata de una “doctrina” malévola enseñada desde la cuna que consiste en que la “libertad” consiste en poder satisfacer todas tus necesidades, vicios y forma de vida hedonista y que cuanto más te degeneras más “libre, moderno y democrático” eres.
Pero hay una estirpe indómita e inflexible al azote del látigo de Jehova-Satanás que será el último batallón que salvará el planeta.
Heroísmo más allá de la muerte:
Tras
comprender como vivimos en un presente marcado y sentenciado a morir,
no podemos, es más debemos mirar hacia el pasado y comprender como la
alternativa y verdadera forma de destruir este reinado sionista
demoníaco es recuperar los valores eternos que ha tenido siempre el
hombre ario.
De
ejemplos sobran podríamos citar las guerras Médicas donde se incluyen
las Termópilas, Etruria contra Roma y el suicidio de Lucrecia, la II
Guerra Púnica de Roma contra Cartago, el sitio de Numancia, la caída del
III Reich…
En definitiva, sólo se gana el Valhalla o los Campos Elíseos quien vence a la muerte…
En definitiva, sólo se gana el Valhalla o los Campos Elíseos quien vence a la muerte…
“Las fuerzas de Satanás-Jehová imponiéndose sobre el mundo”
Las Termópilas de 1945, en abril de 1945, el ejército de EEUU había decidido entregar Berlín en bandeja a las fuerzas comunistas del ejército rojo (seguramente por petición de la masonería o del Sanedrín de Israel) habían sitiado Berlín, el último bastión de la europeidad y los valores eternos.
Los soviéticos rodearon Berlín con más de un millón y medio de soldados fanatizados, con el odio en sus ojos, eslavos o asiáticos con un odio infinito hacia las fuerzas del Reich, en definitiva, engañados, manipulados, fanatizados por las fuerzas de la Sinarquía.
Palabras del ministro de propaganda, Ehrenburg, judío que alentaba al ejército rojo, formado en su mayoría por eslavos de raza aria;
“Alemania es una puta. Estamos en Alemania. Las ciudades arden y me siento feliz. Los alemanes no tienen alma. Levantaremos cadalsos en Berlín. El terror empuja a los alemanes y a sus hembras hacia el oeste. Alemania puedes dar cuantas vueltas quieras y arder y aullar en tu mortal agonía. ¡La hora de la venganza ha sonado!”.
En el final de Europa, muerta en 1945, se reflejó ese espíritu indomable del ario, pues se peleaba por algo más que un ideal político, se peleaba por algo más grande que la vida y la muerte, no había rendición era vencer o morir, Victoria o Siberia (Sieg oder SIbiria) como adornaban los muros de todas las calles de Berlín.
Muchachos, jóvenes, voluntarios extranjeros lanzándose ante los tanques soviéticos al grito de “¡Heil Hitler!” y volar por los aires, pelear hasta el último cartucho de munición entre las trincheras o en edificios bombardeados en llamas, a punto de colapsar y derrumbarse. Soldados de la SS y de la Wehrmacht llevando hasta el final su “Heiliger Eid”, el juramento sagrado de lealtad hasta la muerte. Éstos fueron los últimos defensores de los valores eternos frente a la tiranía del dinero de los hijos de Satanás.
Hundido el III Reich con él partieron sus mejores soldados hacia la patria polar de Hiperbórea y se ganaron el Valhalla, donde esperan el regreso y la batalla final que destruirá este mundo degenerado y perverso.
Pero en el final, nos esperará la victoria, porque nuestro honor se llama lealtad.
“Bushido (el camino del guerrero samurai) escrito en kanji, alfabeto japonés”
Bushido es la aceptación total de la vida, vivir incluso cuando ya no tenemos deseos de vivir. Esto se logra sabiendo morir en cada instante de nuestra vida, viviendo el instante, el aquí y ahora, sumido en el eterno presente, en vez de abandonar el campo de batalla cotidiano.
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Las Termópilas de 1945, en abril de 1945, el ejército de EEUU había decidido entregar Berlín en bandeja a las fuerzas comunistas del ejército rojo (seguramente por petición de la masonería o del Sanedrín de Israel) habían sitiado Berlín, el último bastión de la europeidad y los valores eternos.
Los soviéticos rodearon Berlín con más de un millón y medio de soldados fanatizados, con el odio en sus ojos, eslavos o asiáticos con un odio infinito hacia las fuerzas del Reich, en definitiva, engañados, manipulados, fanatizados por las fuerzas de la Sinarquía.
Palabras del ministro de propaganda, Ehrenburg, judío que alentaba al ejército rojo, formado en su mayoría por eslavos de raza aria;
“Alemania es una puta. Estamos en Alemania. Las ciudades arden y me siento feliz. Los alemanes no tienen alma. Levantaremos cadalsos en Berlín. El terror empuja a los alemanes y a sus hembras hacia el oeste. Alemania puedes dar cuantas vueltas quieras y arder y aullar en tu mortal agonía. ¡La hora de la venganza ha sonado!”.
En el final de Europa, muerta en 1945, se reflejó ese espíritu indomable del ario, pues se peleaba por algo más que un ideal político, se peleaba por algo más grande que la vida y la muerte, no había rendición era vencer o morir, Victoria o Siberia (Sieg oder SIbiria) como adornaban los muros de todas las calles de Berlín.
Muchachos, jóvenes, voluntarios extranjeros lanzándose ante los tanques soviéticos al grito de “¡Heil Hitler!” y volar por los aires, pelear hasta el último cartucho de munición entre las trincheras o en edificios bombardeados en llamas, a punto de colapsar y derrumbarse. Soldados de la SS y de la Wehrmacht llevando hasta el final su “Heiliger Eid”, el juramento sagrado de lealtad hasta la muerte. Éstos fueron los últimos defensores de los valores eternos frente a la tiranía del dinero de los hijos de Satanás.
Hundido el III Reich con él partieron sus mejores soldados hacia la patria polar de Hiperbórea y se ganaron el Valhalla, donde esperan el regreso y la batalla final que destruirá este mundo degenerado y perverso.
Pero en el final, nos esperará la victoria, porque nuestro honor se llama lealtad.
“Bushido (el camino del guerrero samurai) escrito en kanji, alfabeto japonés”
Bushido es la aceptación total de la vida, vivir incluso cuando ya no tenemos deseos de vivir. Esto se logra sabiendo morir en cada instante de nuestra vida, viviendo el instante, el aquí y ahora, sumido en el eterno presente, en vez de abandonar el campo de batalla cotidiano.
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