Cuando en 2003, el Poder Mundial invadía Irak para “democratizar” el país, las fuerzas de ocupación permitieron y facilitaron el expolio que se cernió sobre el patrimonio iraquí. Nada les importaba a los “demócratas” violar la “Convención de La Haya” de 1954, inventada por ellos mismos, en lo que se refiere a la protección de tesoros artísticos en tiempos de guerra.
Este
tipo de resoluciones, sabemos que están hechas para castigar a los
malos que los los verderos buenos, pero el Sistema que domina el mundo
sólo ve crímenes en quienes se oponen a él y nunca en los serviles
“demócratas” (traidores) que cumplen fielmente sus órdenes.
El
80 % de los 170.000 objetos guardados en el Museo Nacional de
Antigüedades de Bagdad fueron robados o destruidos durante esta acción
criminal de saqueo y destrucción.
Siguiendo la lógica racionalista y del materialismo dialéctico, podríamos ver tras este saqueo un mero interés económico. Es decir, habrían grandes intereses arqueológicos y de coleccionistas de antigüedades en el saqueo de estos bienes para su comercialización. De hecho, arqueólogos del Instituto Arqueológico de América han protestado ante la política llevada a cabo por las fuerzas de ocupación en Irak. La presidenta de este instituto, Patty Gerstenblith, ha dicho: “La agenda de la American Council of Cultural Policy (Consejo Americano de Política Cultural) o ACCP, es promover las colecciones de antigüedades debilitando las leyes de países ricos en restos arqueológicos para eliminar la posesión nacional de sus antigüedades y permitir la exportación”. Los coleccionistas más influyentes del mundo, abogan por condiciones menos restrictivas por parte del gobierno iraquí para la posesión y la exportación de antigüedades y tratan de “persuadir” al gobierno USA para que permitan el traslado “legal” del patrimonio iraquí sin limitaciones de ningún tipo.
Esto
está claro y es evidente. Existe un interés económico en el saqueo de
las antigüedades iraquíes. Pero, ¿hay un interés oculto tras estas
actuaciones aparentemente caóticas?.
El conocimiento que viene de Sumer:
Ciertamente,
la traducción de algunas tablillas (actualmente eliminadas de la
existencia por el Poder Mundial), realizadas por lingüistas destacados
como Samuel Noah Kramer y Zecharía Sitchin, muestran una civilización
sumeria muy avanzada. Kramer afirma que “los sumerios, con la ayuda de
sus dioses, especialmente Enki (Lucifer) o Ea, el señor de las aguas,
transformaron una tierra llana, árida y azotada por los vientos en un
reino fértil y floreciente antes del conficto entre Enki - Lucifer y
Enlil - Yhwh”.
Diversos
autores como Zecharia Sitchin, han descubierto en los textos sumerios
aparatos como cohetes y naves de los dioses. ¿Son descripciones de una
civilización de origen extraterrestre que se desarrolló en esa zona del
mundo hace más de 5000 años?.
Alan
Alford, nos dice que toda la vida sumeria giraba en torno a sus dioses.
Estos tenían cuerpo físico y a ojos de los sumerios eran los
An.Unna.Ki, literalmente “aquellos que vinieron del Cielo a la Tierra”.
Estos dioses instruyeron al pueblo en la construcción de templos en
lugares escogidos. Con el tiempo, se desarrollaron diversas
confrontaciones bélicas entre los dioses. En la región del Mar Muerto se
han encontrado evidencias de una confrontación nuclear en torno al 2040
a.C. En esta región se conservan aún anomalías radioactivas y
partículas nucleares. La onda nuclear originó un ciclón radioactivo que
acabó con la civilización sumeria. Un texto sumerio dice: “En la tierra
cayó una calamidad, una desconocida para el hombre, una que no se había
visto nunca antes... una gran tormenta del cielo... una tormenta que
aniquiló toda la tierra... un viento diabólico como un torrente
enfurecido... acompañada de un calor abrasador... durante el día robó a
la tierra de su sol reluciente, por la noche las estrellas no
brillaban... La gente aterrorizada, no podía apenas respirar... Las
bocas se llenaron de sangre... hizo que las casas se abandonaran... los
ríos de Sumeria afluían con aguas amargas... los pastos crecían con
hierba marchita... Los dioses evacuaron Uruk, se escondieron en las
montañas, escaparon más allá de las lejanas llanuras...”.
Las
narraciones sumerias sobre “aquellos que llegaron del cielo” se
interrumpen en este punto. Los supervivientes al Armagedón nuclear de
los Anunakis sufrieron un retroceso enorme, sumiéndose en el caos y la
confusión.
Gracias
al esfuerzo de los elementos más conscientes de la humanidad, el
conocimiento de los dioses sobrevivió en el mundo por vía de varias
formas de esoterismo y sociedades secretas, como las Escuelas de
Misterio de Egipto y la escuela de Pitágoras. Pero sobre el mundo se
cernía la sombra de la contra iniciación...
La
biblia judía, según diversos autores, está escrita sobre conocimientos
históricos e iniciáticos del pasado. Pero el libro judío no sería la
misma gnosis, sino que en él, el conocimiento habría sido pervertido y
adulterado con una intención maligna.
En
Génesis 6 se habla de Dios, o Nefilim, en sus versiones más antiguas.
En realidad la biblia judía está refiriéndose a una versión de los
Anunakis sumerios cuyo término Sitchin traduce como “los que
descendieron”.
En
libros posteriores de la biblia judía vemos cómo el judío extrae
conocimientos de los antiguos egipcios. Estos, los egipcios, obtuvieron
el conocimiento de culturas más antiguas: Babilonia y Sumeria. Los diez
mandamientos de la biblia judía son una réplica calcada de un pasaje de
el Libro Egipcio de los Muertos.
En
definitiva, el descubrimiento arqueológico del mundo antiguo y la
traducción de sus tablillas, textos y demás registros, nos mostró que la
biblia judía (el Antiguo Testamento) es un mero calco de historias
mucho más antiguas. Fue un duro golpe contra el Pentateuco (los cinco
primeros libros de la biblia judía), que se confirmó cuando en 1880 el
investigador alemán Julius Welhausen publicó Prolegomena to the History
of Israel. En él recogía evidencias de que Moisés no pudo escribir esos
textos capitales. Welhausen defendía incluso la hipótesis de que estos
relatos que hablan de los Elohim o Seres Brillantes equivalentes a los
Anunakis, procedían de fuentes más antiguas, más tarde identificadas con
Sumer.
En
1882, Ignatius Donnelly escribe su obra maestra Atlantis: The
Antediluvian World. En él habla de la necesaria recuperación de la
“Religión-Ur” aria, el culto prehistórico que concede una experiencia
directa con la divinidad (Dios) a través de las prácticas y los ritos
iniciáticos. También se trata de el “Lenguaje de Ur”, conocido como la
“lengua de los pájaros”, el idioma original que se hablaba en el Paraíso
antes de la expulsión de Adán y Eva.
En
estos años es cuando empieza a vislumbrarse en el horizonte de Alemania
el renacer del hombre ario. Las naciones arias aguardaban al Enviado
que ha de conducir al hombre al reinado de los dioses de la antigüedad
y, sobre todo, al conocimiento que convierte a uno mismo en dios.
Según
el erudito germano Samuel Kramer, la palabra “Nazi” viene del nombre
de uno de los ocho dioses creados por la diosa sumeria Ninharsug.
El primer “humano”:
El padre de los Anunaki se llamaba An (o Anu en arcadio), vivía en el cielo y visitaba la Tierra y otros lugares de nuestro sistema solar muy de vez en cuando, acompañado de su esposa Antu. Su templo en la ciudad de Ur recibía el nombre de E.Anna, “La casa de An”. Los sumerios la demominaban también como “La Casa para Descender del Cielo”.
Anu tuvo dos hijos que vinieron a nuestro planeta: Enki, el primogénito y Enlil.
En
un principio Enki tomó el mando en la Tierra, aunque pronto, por orden
de su padre, fue sustituido por Enlil. Entre ellos tenían diferencias
referentes a las reglas de sucesión de los dioses, determinadas estas
por la pureza genética.
Enki tuvo un papel decisivo en la creación del hombre.
Los
textos sumerios hablan de la necesidad de crear trabajadores en la
Tierra para los yacimientos de oro “dándoles la imagen de los dioses” y
suficiente inteligencia para utilizar herramientas. Enki y su medio
hermana Nin.Har.Sag (Señora de la Montaña Primordial) hicieron diversos
experimentos genéticos. Tras varios intentos fracasados, consiguieron
dar con un espécimen apto para el trabajo de las minas. Lo llamaron
Lu.Lu, o “uno que ha sido mezclado”. Era el primer “humano”.
Estos
son los “terrestres”, los “esclavos de la Atlántida” de que nos habla
Miguel Serrano: “Existirían varias humanidades. La humanidad divina de
los hiperbóreos, la semidivina de los héroes descendientes de los
divinos mezclados y la de los animales-hombres, los sudra, los pasu,
“los esclavos de la Atlántida”, tal vez los “robots” de la Atlántida,
que sobrevivieron de algún modo a su hundimiento” (NOS, libro de la
Resurrección. Miguel Serrano). Tras el hundimiento de la Altántida,
continúa diciendo Serrano, en la superficie de la tierra “hay seres
extraños, irreconocibles (¿Evenor, Leucippe, Clito?). Algunos de los
extraterrestres se enamoran de las hijas de los hombres. Lucifer y sus
huestes entran en la Tierra Hueca, interior, donde construyen las
ciudades de Agarthi y Shamballah. Allí esperan poder rescatar a los que
involucionaron en semidivinos, mezclándose con los terrestres”.
La
mezcla entre divinos y “humanos” da lugar a la “humanidad”. Una
humanidad en la que hallamos razas mixtas, mezcladas, más o menos puras.
Entendemos que esta es una cuestión muy delicada y no pretendemos
establecer como definitiva una idea sin tener fundamento firme, pero
hemos de tener en cuenta que los textos sumerios son, además de
históricos, los textos más antiguos de la humanidad, por lo que hemos de
concederles un estimable valor. Esta cuestión tratada por las tablillas
sumerias podría ser una explicación de la radical diferencia existente
entre las diferentes razas humanas. Producto de la mezcla entre
elementos divinos y humanos, hallamos espíritus divinos, razas celestes,
encarnados en trozos de barro (materia demiúrgica): “ángeles caídos”.
Almas caídas en el mundo.
Se
comprende aquí el interés del Poder Mundial por ocultar todo este
“misterio” del común de los mortales y cómo en 2003, cuando invade Irak,
se esfuerza por sustraerlo. Es el mismo Poder maligno que domina el
mundo y que ya hace siglos incendió la Biblioteca de Alejandría, donde
se hallaba guardado el conocimiento del hombre y la historia y la
prehistoria de la humanidad. Lo mismo sucedió cuando los marxistas
chinos invadían Tíbet buscando y destruyendo los textos sagrados de
relatos antiguos. O lo que sucedió con los Códices Mayas que nos
hablaban de la historia del mundo... y así tantos y tantos casos.
Si
bien el rostro del Poder Mundial es múltiple, la mano que se halla tras
estos rostros es siempre la misma. A nadie parece extrañarle la alianza
marxista-capitalista de la Segunda Guerra Mundial. Vaya, ¿no nos habían
contado acaso que eran movimientos antagónicos?. A la hora de la verdad
se ve quién se halla tras las diversas ideologías modernas como el
marxismo, el liberalismo, la democracia-cristiana, el anarquismo...
El
Poder Mundial se esfuerza por crear un mundo insustancial donde el
hombre viva perfectamente ignorante de la historia, e ignorante de su
verdadera naturaleza y de sí mismo. Para ello, es importante destruir el
conocimiento de la verdadera historia del mundo, no sea que el hombre,
al conocer el origen, pueda llegar a plantearse cuestiones
“desagradables” y despierte del sueño de milenios.
Esto
nos recuerda al relato del Paraíso en la biblia judía. Cuando el hombre
toma del árbol de la ciencia del bien y del mal, Jehová le expulsa del
jardín del Edén: “Y Jehová pasó a decir: “Mira que el hombre ha llegado a
ser como uno de nosotros, conocedor del bien y del mal. No vaya a ser
ahora que tienda la mano del árbol de la vida y comiendo de él viva para
siempre”. Jehová lo echó del jardín del Edén, para que cultivara el
suelo del que había sido tomado. Expulsó al hombre del Jardín del Edén y
puso delante de él dos querubines blandiendo flameante espada para
guardar el camino al árbol de la vida”. (Génesis 3, 24).
La
humanidad actual estaría conformada sobre un elemento luciferino, “el
fuego de los dioses”, el electrón de los dioses. La recuperación de este
poder ha de restablecer en el hombre la dignidad divina que por
naturaleza le corresponde.
Ya
hemos explicado cómo el Sistema, el Poder Mundial, se esfuerza en
mantenernos en los parámetros de un mundo insustancial, distrayéndonos
con mil malabarismos para evitar que despertemos al conocimiento. No
obstante, la parte más consciente de nosotros mismos lucha por
restablecer el estado de gracia que nos liga al reino de los dioses.
Porque
en lo más profundo de nosotros mismos alumbra el fuego antiguo de la
raza de los dioses. Cuando, por las diversas circunstancias de la vida,
este fuego antiguo consigue brillar en nuestras vidas, el mundo
pareciera detenerse y la percepción del tiempo se distorsiona. Recuperar
este fuego nos permite vivir y sentir como un dios: ser un dios. Este
es el sentido del fuego olímpico de la antigua Grecia. Igual que
aquellos héroes antiguos, alcemos y enarbolemos la antorcha, el fuego de
los dioses, para poder llegar a ser, en verdad, hombres libres.
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