lunes, 24 de diciembre de 2018

LA UNIVERSALIDAD DEL CONOCIMIENTO INTELECTUAL DE ADOLF HITLER.

"Todo soldado profesional confirmaría sin vacilaciones que las dotes de mando y estrategia de Hitler causaban admiración. Muchas noches de guerra las pasabamos en su Cuartel General estudiando los tratados militares de Moltke, Schlieffen y Clausewitz, y en su asombroso conocimiento no sólo de los ejércitos sino de las armadas del mundo entero, denotaba su genio". -Mariscal Wilhelm.

"Contemplo a Hitler como a uno de los más grandes estrategas y genios militares de todos los tiempos". -Sir. Liddell Hart.

"Adolf Hitler desconcertó a los oficiales con sus excelentes conocimientos de las técnicas de armas. Conocía todos los modelos, todos  los datos técnicos, a menudo mejor que sus generales. No se le podían dar lecciones. También dejaba a los expertos sorprendidos y a menudo perplejos". -General Federal  Adolf Heussinger.

"Adolf Hitler fue un autodidacta cuya sed de conocimientos era inagotable.

León Degrelle escribió de él: No creo que nunca alguien leyera más que él. Solía leer un libro al día, empezando siempre por la conclusión y el índice para calibrar el interés de la obra. Tenía la capacidad de extraer la esencia de cada libro y archivarla en su mente enciclopédica. Le he oído hablar sobre complicados libros científicos sin ningún error, incluso en los momentos más importantes de la guerra. Su curiosidad por el saber era ilimitada. Estaba familiarizado con las obras de los más diversos autores, y nada era demasiado complejo para su comprensión.

Poseía una amplísima biblioteca privada con una pasmosa variedad de temas. Dichos libros fueron embargados y actualmente la mayoría se encuentra en la Biblioteca del Congreso de los EEUU. Tenía un amplio conocimiento y comprensión sobre historia universal, leía a genios de la literatura como Dante, Schiller, Shakespeare y Goethe; y a autores como Renan y Gobineau, Chamberlain y Sorel. Había aprendido filosofía estudiando a Aristóteles y Platón y citaba textos enteros de Schopenhauer y Nietzsche de memoria. Estudió las obras de Tácito y Mommsen, de estrategas militares como Clausewitz, de constructores de imperios como Bismarck.
Nada escapaba de su cultura. El estudio de la Biblia y el Talmud, la filosofía Tomista(Tomas de aquino) y todas las obras maestras de Homero, Sófocles, Horacio, Ovidio, Tito y Cicerón.

Conocía a Juliano el Apóstata como si fuese su contemporáneo.
Fue de todos conocido su Talento Artistico, tenia conocimientos de Arquitectura y de planeacion Urbana. Su conocimiento alcanzaba la economía así como la mecánica. Sabía cómo funcionaban las máquinas, el "Volkswagen fue inspirado y diseñado por el"; comprendía la balística de las armas, tenia conocimientos de estrategia militar que sorprendía a los mas altos oficiales de la wehrmacht. Y dejó atónitos a los mejores científicos de la medicina con sus conocimientos de biología y medicina.

La universalidad del conocimiento de Adolf Hitler puede sorprender o enojar a los que lo desconocen, pero es sin embargo un hecho histórico: Adolf Hitler fue una de las personas más cultas del siglo XX (Un Intelectual), Millones de veces más culto que Churchill (un mediocre "intelectual"), o que Stalin una bestia ignorante, o que Eisenhower, quien nunca pasó de las novelas de detectives."

jueves, 19 de abril de 2018

La Extraordinaria personalidad de Adof Hitler

El gran interés que despierta la figura de Hitler se debe precisamente a su extraordinario tipo de personalidad y su halo de impenetrabilidad. Pero sobre todo a su verdadera persona noble y justa fuera de todas las mentiras que llevan creando los medios de comunicación sobre el. Por eso sentimos interés por su persona, por que no fue un mal hombre, el brillo de la verdad se encarga de revelarnos su verdadera personalidad. Hitler poseía un extraordinario carisma capaz de envolver no sólo a las personas, sino también a las masas, además de poseer una gran oratoria gesticular muy estudiada y una capacidad de liderazgo notable; pero quien haya permanecido con él diría lo mismo que opinó su ministro y arquitecto Albert Speer: «Nunca llegué a conocerlo».

Hitler era en sí un individuo muy autosuficiente y solitario. Muy pocas personas integraban su séquito personal, se pueden citar a Albert Speer, el fotógrafo Heinrich Hoffmann, Martin Bormann, Wilhelm Bruckner, Joseph Dietrich, Joseph Goebbels, Julius Schaub, Julius Schreck y el arquitecto Geisler y sus secretarias personales. A ellos les exigía lealtad a toda prueba y discreción.

Se dice que no permitía a sus colaboradores fumar y beber enfrente de él.

Hitler jamás visitó una ciudad bombardeada, un campo de concentración o un hospital (la única excepción fue para visitar a las víctimas del atentado del 20 de julio). Un fiel ejemplo de este aspecto es que Hitler se negó a ver las fotos y filmaciones de las ejecuciones de los involucrados en el atentado ejecutado por Claus von Stauffenberg hacia su persona en 1944.

Una de las características más relevantes de la personalidad de Hitler era la capacidad de impresionar, encantar, manipular y subyugar a quienes lo rodearan; había personas que podían ser muy fuertes y seguras en sus campos de acción, pero en presencia de Hitler estas personalidades se veían disminuidas y manipuladas hasta el servilismo; por ejemplo, Hermann Göring expresó al ministro de finanzas Schacht que «cada vez que estoy frente al Führer siento el corazón en un puño».

Dönitz, comandante de la flota de submarinos, intentaba encontrarse con Hitler lo menos posible, porque sentía que el «poder de sugestión» del Führer le perjudicaba.

La finalidad de todos los magos es actuar sobre las fuerzas naturales. Se proponen dominar las infinitas fuerzas del cosmos y utilizarlas, como una espada, para sus propios fines. Por definición, un mago que intenta servirse de esas fuerzas en beneficio propio, sin un propósito más elevado, practica la magia negra. Según la mayoría de las escuelas de pensamiento mágicas, termina pagando un precio muy alto por su orgullo si se usa mal. Con frecuencia acaba siendo poseído por los espíritus que invoca y resulta destruido por ellos. En opinión de varios ocultistas, Adolf Hitler era un poderoso mago.

Según contó uno de los pocos amigos que tuvo Hitler durante su juventud en Linz, su poder personal ya se había desarrollado cuando tenía quince años. En una ocasión, Adolf Hitler se puso de pie frente a mí, agarró mis manos y las apretó con fuerza... Las palabras no salían con facilidad de su boca, como de costumbre, sino que surgían roncas y ásperas... Era como si otro ser hablara desde su cuerpo y lo conmoviera tanto como me conmovía a mí. No era el caso de un orador arrebatado por sus propias palabras. Por el contrario, sentí que él mismo escuchaba atónito y emocionado lo que brotaba de su interior con una fuerza elemental...

El autor de ese fragmento era August Kubizek. Describía allí un paseo a medianoche con un Hitler de quince años tras asistir a una representación de la ópera de Wagner Rienzi, que narra la historia de la meteórica grandeza y decadencia de un tribuno romano. El inspirado discurso de Hitler versaba sobre el futuro de Alemania y «un mandato que, un día, recibiría del pueblo, para sacarlo de la esclavitud... ».

Según Kubizek, Hitler pasó mucho tiempo estudiando misticismo oriental, astrología, hipnotismo, mitología germánica y otros aspectos del ocultismo. En 1909 había entrado en contacto con el doctor Jörg Lanz von Liebenfels, un ex monje cistercense, que dos años antes había creado un templo de la «Orden de los nuevos templarios» en el semiderruido castillo de Werfenstein, en las riberas del Danubio.

El aristocrático nombre de Von Liebenfels era ficticio: cuando nació era sólo Adolf Lanz, y procedía de una familia burguesa. Sus seguidores eran pocos, pero ricos. Discípulo de Guido von List, hacía flamear una bandera con una svástica en sus almenas, practicaba ritos mágicos y publicaba una revista llamada Ostara, en la que hacía propaganda del ocultismo y del misticismo racial; el joven Hitler era un ávido suscriptor. En 1932, Von Liebenfels escribió a un colega: Hitler es uno de nuestros discípulos... algún día comprobará usted que él, y nosotros a través de él, triunfaremos y crearemos un movimiento que hará temblar al mundo.

Una de las afirmaciones de este ex monje fue que habría que establecer granjas de cría humanas para «erradicar los elementos eslavos y alpinos de la herencia germana», adelantándose en más de 20 años a la idea que concibió Himmler de una granja con sementales SS.

Cuando empezó la primera guerra mundial, Hitler parecía poseer ya una firme convicción acerca de su elevada misión; como mensajero, en el frente corrió enormes riesgos, como si supiera que el destino aún no le permitiría morir. Cuando terminó la guerra había desarrollado un curioso poder impersonal sobre quienes le rodeaban, poder que le sería sumamente útil hasta el final de su camera.

Una y otra vez, la idea de que Hitler estaba «poseído o más ser un ser superior en este mundo» aparece en los escritos de quienes le rodeaban. Su misterioso poder constituía un gran misterio para los altos cargos del estado. Una vez, por ejemplo, el doctor Hjalmar Schacht, el mago financiero de Hitler, pidió a Hermann Göring que hablara con el Führer acerca de un detalle secundario de política económica. Pero, una vez en presencia de Hitler, Göring descubrió que no podía plantear el asunto. Le dijo a Schacht: «Con frecuencia decido hablarle de algo, pero cuando estamos frente a frente me desanimo...

El almirante Dönitz, que estuvo al frente de la flota de submarinos del Reich y que llegó a ser comandante supremo de la marina de guerra, tenía tanta conciencia de la influencia del Führer, que evitaba su compañía para conservar intacto su propio juicio:

No iba muy a menudo a su cuartel general, y lo hacía adrede, ya que tenía la sensación de que preservaría mejor mi capacidad de iniciativa, y también porque, tras varios días en el cuartel general, siempre tenía la sensación de que debía liberarme de su poder de sugestión... Sin duda, yo tenía más suerte que su estado mayor, constantemente expuesto a su poder y personalidad.

Mussolini visitó a Hitler en Alemania en 1943, mentalmente agotado y muy deprimido. Sin embargo, la influencia de Hitler y la fuerza de su personalidad eran tan grandes que, según Josef Goebbels, al cabo de sólo cuatro días con él Mussolini sufrió una transformación completa.

Y esto El 7 de abril de 1943, Josef Goebbels lo registró en su diario un ejemplo notable del uso que hacía Hitler de su personalidad. Mussolini, el dictador italiano, visitaba Alemania en un estado de profunda depresión y agotamiento:

Poniendo hasta la última gota de energía nerviosa en el esfuerzo, [Hitler] logró volver a encaminar a Mussolini. En el curso de esos cuatro días, el Duce sufrió un cambio completo. Cuando bajó del tren, al llegar, el Führer pensó que parecía un anciano derrotado. Cuando se marchó, estaba de nuevo en buenas condiciones, listo para lo que viniera.

En marzo de 1936 Hitler hizo una declaración que resumía con precisión las impresiones de quienes lo conocían mejor: «Voy por donde la Providencia me dicta -dijo-, con la seguridad de un sonámbulo.»

Albert Speer, que fue el arquitecto personal de Hitler y su ministro de Producción bélica, contó un incidente, acaecido en octubre de 1933, que hizo que el Führer se sintiera profundamente inseguro.

Hitler presidiendo la colocación de la primera piedra de la Casa del Arte Germano en Munich, en 1933. El martillo que usó en la ceremonia se rompió; Hitler consideró que eso era un mal presagio.

Estaba presidiendo la colocación de la primera piedra de la Casa del Arte Germano, en Munich, que había sido diseñada por su amigo Paul Ludwig Troost y que, para Hitler, encarnaba los más elevados ideales de la arquitectura teutónica. Mientras golpeaba la piedra con un martillo de plata, la herramienta se rompió en su mano. Durante casi tres meses, Hitler fue aquejado de melancolía; más tarde, el 21 de enero de 1934, Troost murió. El alivio de Hitler fue inmediato. Le dijo a Speer: «Cuando el martillo se rompió supe que se trataba de un mal presagio. Algo va a suceder, pensé. Ahora sabemos por qué se rompió. El arquitecto estaba destinado a morir.